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miércoles, 22 de abril de 2009

Los enanos de Muñoz esperan (en el Reina Sofía)



en este punto del tiempo


éste no es el mismo espejo


que contemplé hace años





(Gregory Corso - Poeta hablando consigo mismo ante el espejo)


RETROSPECTIVA JUAN MUÑOZ en el mncars.



La cuestión es simple: "por fin, Juan. Bienvenido". La mayor retrospectiva organizada en la patria chica del escultor es la gran función del Reina Sofía para esta temporada. La Tate Modern londinense finaliza en Madrid una exposición que antes ha llevado al Guggenheim de Bilbao o a la Fundación Serralves de Oporto. Sin embargo, la cuestión no es tan simple. Muñoz te pregunta: "¿puedo entrar?".

La prematura muerte de Juan Muñoz en 2001 dio también sepultura a una trayectoria in crescendo. Habían pasado dieciséis años desde su primera exposición en solitario -en Madrid- y sólo uno de la concesión del Premio Nacional de las Artes Plásticas. En aquel momento, la muestra Double Bind llenaba los pasillos de la Tate. Alfa en Madrid y Omega en Londres. La muestra que acaba este año en el Reina Sofía, supone la suman conmutativa de estas coordenadas. Este repliegue es la lógica del agujero de gusano cuántico, o lo que es lo mismo, un viaje en el espaciotiempo. Y una reconciliación con la figura de Juan Muñoz, desaparecido sin resaca de gloria.

Si algún lector se ha perdido, padece la mejor aptitud. Esta desazón entre los lugares identificados frente a los no identificables, entre el ser y el estar, es "una constante en la obra de Muñoz desde sus inicios a mediados de los ochenta", como dice Lynn Cooke, prologuista de la muestra y conservadora en el museo (en inglés). Si aguzamos sentidos, las esculturas preguntan: "¿quién hay cuando miro a un espejo? ¿Cómo me devuelve la mirada? ¿Hay máscara? ¿Cuántas? Y, sobre todo, ¿hasta dónde llega el infinito de esos ojos?".

Sara frente al espejo (1996) -arriba- no se está probando únicamente un vestido azul. Por encima de todo, Sara bucea en su identidad y en "los equivalentes más directos de la otredad que anida en el fondo del yo moderno", en palabras de Anthony Vidler. Un instante de la cotidianeidad más demoledora en el que la vida reclama fugazmente su presencia. Una señora Dalloway: "la vida de una mujer en un solo día, sólo un día. Y en ese día, toda su vida". Lo mismo en Mirando fijamente al mar (1997-2000) -derecha-. El reflejo ha sorprendido de camino a dos individuos pobremente enmascarados. Muñoz retrata dos personas, y dos procesos consecutivos: la curiosidad, y luego la conciencia. "¿Me reconozco? Si me quito la máscara, ¿debajo qué? ¿Cómo de profundos están mis ojos? ¿Me conozco?".

Si se les deja, las figuras de Juan Muñoz entran y nos abordan sutilmente. No en vano, son "un referente en la renovación de la escultura contemporánea internacional. Sus figuras poseen una presencia física extraordinaria y en ellas el silencio y la soledad adquieren un protagonismo especial" (seguir leyendo la reseña del museo). La empatía es inevitable. No sólo porque el espectador es la obra si cruza un espejo, se interpone en un foco, escucha parte de su obra sonora o participa subiendo las escaleras de caracol en Building For Music (1993). También porque las esculturas también respiran inconscientemente mientras piensan. Y no hace falta ser un cultureta para sentirlo: escuchen.

El agujero de gusano nos puede llevar al principio de su creación artística. Juan Muñoz asigna otra significación a la sala del museo. Una serie de enrejados de balcón en la pared nos ponen frente a Hotel Declercq (1986, 1987 y 2000). Así, Doble Contraventana (1991) y Primer Pasamanos (1987), obras que ya comienzan a trabajar la idea de la apariencia / lo que hay dentro, el devenir de la cotidianeidad sorda / el instante de la pausa para la introspección.

Juan Muñoz asentó cada vez más sus planteamientos a través de materiales de más peso. Del papel maché pasó a la resina y luego al bronce. Y apuntaló cierta ironía. Tanto Thirteen Laughing at Each Other (2001) -que ha conlonizado el jardín Sabatini-, como Many Times (1999) -izquierda- o cualquiera de sus Escenas de conversación, forman un coro de personajes solitarios repetidos que parecen desternillados. La risa es la anestesia de la enfermedad sin nombre que tampoco tiene forma, sólo presencia. La repetición en distintos cuerpos es el consuelo, el freno a la cura. Por eso, el Ejército de Terracota inmoviliza.

Quede claro pues, el postrer aviso a los lectores de Lo Must: si damos como válida esta interpretación, no busquen caras, no se fíen de las expresiones. Un secreto: la prueba está en las esculturas con base esférica, con tela en el cuerpo y también en los ojos. No se fíen del "bla bla bla" del autómata parlante, ni de esperar a que Jerry salga por el agujero del rodapié. Ustedes, simplemente, esperen. Juan Muñoz entra.






Más información, fotografías y vídeos sobre la obra de Juan Muñoz en: http://bajoelsignodelibra.blogspot.com/2009/02/juan-munoz.html



RETROSPECTIVA JUAN MUÑOZ
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
22 de abril - 31 de agosto

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